Cada cosa en su lugar

El orden y la organización, tanto en la casa como en la oficina, influyen positivamente en los espacios en los que pasamos la mayor parte del día. ¿Por qué no aplicar un plan detox en nuestros espacios? Buscar así un orden adecuado a nosotros –no perfecto, ni para otros- que nos conecte con lo que realmente estamos en sintonía.

Ya sea porque nuestra vivienda es pequeña y necesitamos optimizar el uso del espacio sin sentirnos agobiados, o porque tenemos generosos espacios de guardado y perdemos el control de todas nuestras pertenencias, mantener criterios de organización parece ser una opción saludable para los espacios en los que vivimos.

Aprender a ordenar

“Me mudé hace tres años y aún tengo 2 cajas de la mudanza sin abrir”; “Este libro lo tengo desde hace tres años y no lo he leído” o peor, “Lo empecé… pero no lo terminé”; “Esto me lo regalaron pero no me gusta, por eso está guardado”; “Compré un __ y a la semana, buscando otra cosa, me encontré con que ya tenía uno”; “Me da pereza usar tal cosa porque está guardada allá arriba”; “Hay que ordenar un poco que tenemos visitas”

Alguna de estas situaciones pueden resultar familiares, ¿verdad? Hoy en el mundo existen consultores que asesoran en la organización de oficinas y viviendas, «gurús del orden» -como les dicen en algunos medios- que han publicado bestsellers, generado métodos y desarrollado apps para smartphones. Son personalidades muy vinculadas al diseño de interiores y hacen evidentes nuevas demandas de un público en crecimiento. La realidad es que la educación formal no nos enseña criterios de organización en el hogar, a lo sumo los heredamos de nuestra familia pero en general lo hacemos de manera intuitiva y guiados por nuestro sentido común, sin demasiada reflexión al respecto.

Algunos pasos a seguir

Cómo empezar

El método de la japonesa Marie Kondo sugiere empezar gradualmente por cosas de menor valor sentimental, y dejar éstas en último lugar para cuando ya se adquirió cierta destreza en los criterios de organización. Ella también propone hacerlo todo de un tirón, de modo de poder ver los resultados del orden rápidamente y así motivarnos a seguir. En una postura más flexible, hay quienes sugieren ir de a poco, fraccionar el trabajo en pequeñas acciones y cronometrar el tiempo que nos lleva: 15-20 minutos pueden lograr cambios importantes y nos deja sin excusas del estilo “no tengo tiempo ahora” o “no sé por dónde empezar”.

Utilizar criterios de clasificación

Guardar con un criterio y de manera clasificada nos permite tener una especie de inventario de las cosas, para no dejarlas olvidadas. ¿Si realmente tienen valor para nosotros, no deberían estar presentes en nuestra vida diaria? Marie Kondo sugiere clasificar por categorías, y exponer todos los elementos juntos antes de empezar, de modo de poder ver realmente el volumen de lo que queremos luego almacenar. Ser conscientes de todo lo que tenemos nos da cierto control sobre nuestras pertenencias y regula de algún modo nuestro consumo.

Seleccionar lo que queremos conservar

Esto implica pensar qué es lo que realmente necesitamos y qué está en sintonía con lo que nos gusta. Guardar demasiadas cosas, incluso algunas que nos llegan sin que las hayamos elegido, opacan a las cosas que sí queremos que estén presentes en nuestros espacios. Tirar, desechar o descartar nos puede generar culpa, por lo que podemos buscar minimizarla pensando en que alguien le puede dar un mejor uso. Ante la duda podemos guardar el elemento en una caja y revisarla tiempo después para pensar si realmente nos hizo falta o lo necesitamos en el transcurso de cierto período de tiempo establecido por nosotros.

Uso efectivo de los espacios de guardado

Hay que tratar de aprovechar los metros cúbicos, es decir, en un espacio de almacenamiento que pueden ser estantes o cajones, hacer rendir al máximo la altura libre de los mismos. En el caso de espacios de almacenaje cerrados se sugiere ocupar el espacio al 80-90% de su capacidad de modo de que los espacios libres no boicoteen el orden.

Objetos y elementos a la vista

Si pensamos que debemos tener todo guardado y oculto para que esté “todo en orden” podemos caer en el error de generar un espacio agobiante, con demasiados muebles o de un tamaño desproporcionado respecto al ambiente. En cambio, se le puede sacar partido estético a los espacios de guardado: introduciendo estantes con objetos y elementos a la vista que incorporan variedad de texturas y colores. Hobbies, colecciones, libros, discos, cds pueden estar al alcance y a la vista, no sólo para conectarnos con ellos de vez en cuando sino para generar un espacio con el que sentirnos a gusto.

Cambios perceptibles

El orden hace a cómo se perciben los espacios, cómo y qué tan cómodos vivimos en nuestros hogares. Pensemos en los finales de los episodios de “Hermanos a la obra”, manzanas relucientes sobre un frutero en la mesada, una bandeja con el té listo para servir: buscan generar una reacción en quienes van a vivir en ese nuevo hogar. O pensemos cómo nos recibe una casa con aroma a una comida recién preparada, o bien ventilada y limpia: cambia nuestra percepción, nos predispone positivamente y por ende influye en nuestro ánimo.

Una vez que cada cosa encuentra su lugar, la limpieza se vuelve más sencilla y si encontramos criterios acordes a cómo vivimos en nuestra casa ya no es necesario “ordenar porque tenemos visitas” como decíamos al comienzo, sino mantener el orden para disfrutarlo nosotros. Un espacio ordenado, si lo está a nuestro gusto -lejos de ser aburrido- nos transmite calma, buena energía y nos conecta con lo que realmente nos hace sentir bien.

En la próxima hablaremos de criterios más específicos, para cada ambiente de la casa y la oficina. Nos vemos en la edición de verano!

 

Este artículo fue publicado en la edición de primavera de 2017 de la Revista Kids